
Tânia Carvalho y Rocío Guzmán se encuentran en el escenario para un concierto íntimo, denso y emotivo, en el que sus voces — distintas en el origen y en la textura — se entrelazan en un diálogo inesperado y profundamente armonioso. Este encuentro no revela una fusión, sino una convivencia entre el portugués y el español, entre la melancolía y la fuerza, entre la fragilidad del gesto y la potencia de la presencia.
Ambas artistas, procedentes de trayectorias singulares en el cruce entre la música y la escena, crean aquí un espacio donde se escuchan mutuamente — y donde se invita al público a juntarse. Hay una melancolía sutil que atraviesa cada canción, casi cinematográfica, como si cada momento fuera la banda sonora de un lugar interior, de una memoria compartida. La voz de Tânia Carvalho, ahora susurrada, ahora firme, hace que hagan eco las inflexiones del cancionero portugués. Rocío Guzmán, por su vez, invoca las raíces del flamenco y de la tradición andaluza, filtradas por un enfoque sensible y contemporáneo. Juntas, construyen un lenguaje común hecho de silencio, timbre y vibración.
Esta creación, más que un concierto, es un encuentro entre dos formas de decir el mundo. Un gesto de afecto y escucha que hace que la diferencia se transforme en complicidad sonora y que la música sea también territorio de comunión.